El Sacerdote, hombre de Dios para servir al pueblo
La Familia de Radio María, ante la partida, o mejor, la Pascua del Padre Othmar Staheli, gran sacerdote, amigo y voluntario de nuestra Radio, en gratitud a su testimonio de vida y servicio.
La misión del sacerdote se dirige a que toda la humanidad se convierta en Eucaristía, acción de gracias y alabanza, culto a Dios y caridad hacia el prójimo. El Papa Francisco, recuerda a san Juan Crisóstomo al relacionar el sacramento del altar con el “sacramento del hermano” necesitado o del pobre, como dos aspectos del mismo misterio.
El sacerdocio, como un don inmenso pide humildad, caridad universal y servicio infatigable y generoso. Para hablar del sacerdote hay que hablar primero de Cristo, y luego, del sacerdocio común de los bautizados.
El servicio de los sacerdotes a los cristianos y a toda la humanidad, radica, según Benedicto XVI, en su pertenencia a Cristo: “Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación”. Dice San Juan Pablo II sobre la santidad sacerdotal: “El Sacerdote se encuentra, por así decirlo, en el centro mismo del misterio de Cristo, que abraza constantemente a toda la humanidad y al mundo, más aún a toda la creación visible e invisible.”
El Papa Francisco explica tres características que deben tener los sacerdotes para poder ser buenos pastores.
1° El sacerdote debe ser apasionado.
“El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” y no las abandona como si fuese “un mercenario”, el Santo Padre dice que un sacerdote debe ser apasionado “hasta el punto de decirle a su gente, a su pueblo: Yo experimento por ustedes una especie de celo divino.” “Es lo que llamamos celo apostólico. No se puede ser un verdadero pastor sin este fuego dentro.”
2° El sacerdote debe saber discernir.
Un pastor es “un hombre que sabe discernir”. “Sabe que en la vida hay seducción. El padre de la mentira es un seductor. El pastor no, el pastor ama. En cambio, la serpiente, el padre de la mentira, el envidioso, es un seductor que busca alejar de la fidelidad, el celo divino de San Pablo servía para llevar al pueblo a un único esposo, para mantener al pueblo en la fidelidad a su esposo”.
“En la historia de la salvación, muchas veces, encontramos el alejamiento y la infidelidad al Señor, la idolatría, como una infidelidad matrimonial”. El pastor, “saber discernir donde están los peligros, donde están las gracias… donde está el verdadero camino”. “Acompaña a las ovejas siempre: en los momentos bellos y en los momentos feos, también en los momentos de la seducción, con paciencia las lleva al redil”.
3. El sacerdote tiene la capacidad de denunciar.
El Papa Francisco dice que “un apóstol no puede ser ingenuo” y debe saber “condenar, debe saber decir ‘esto no’, como los padres le dicen al niño cuando comienza a gatear y va hacia una conexión eléctrica a meter los dedos. ‘¡No, esto no, es peligroso!’ Me vienen a la memoria tantas ocasiones en las que mis padres y mis abuelos me advertían que había algún peligro”.
“El Buen Pastor sabe denunciar, con nombre y apellido…” Es necesario también denunciar “lo que va contra tu vida”. Muchas veces “perdemos esta capacidad de condena y queremos llevar a las ovejas un poco con aquel buenismo que no sólo es ingenuo, sino que hace mal. Ese buenismo para ganar la admiración o el amor de los fieles dejando hacer”.
Ahora añado otras características propias de un sacerdote:
4° Un sacerdote ¡No es un ángel!
La cultura de la exigencia, quiere que todo sea perfecto en las personas. Pero, ¡todos tenemos flaquezas! Se exige del sacerdote alegría 100%, disponibilidad 24/7, entrega total, etc.
El sacerdote es una persona como todos, siente pena y alegría, se cansa y lucha por combatir sus imperfecciones. ¡No es un ángel! Trabaja en mejorar sus defectos y cambiar sus cosas negativas, en crecer humana y espiritualmente. Se espera mucho de él, pero es un hombre. Respetarlo como es, aceptarlo con sus dones e imperfecciones, ayudarlo y colaborar con él; es un mediador entre Dios y el pueblo en las realidades divinas. Fácil sería que fuese un santo, pero no es así, tiene imperfecciones como todos, trabaja duro por mejorar y superarse, en el camino a la perfección.
2 Corintios 12, 9-10: “Otras tantas veces me ha dicho: “Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad”. “Y me complazco en soportar por Cristo debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte.”
5° Un sacerdote experimenta hambre, frío, peso de la edad…
Es una dura realidad. El prejuicio general es que al sacerdote no le falta nada, vive como rey, pero la realidad es diferente. Muchos sacerdotes pasan hambre y frío; a muchos les falta el pan, agua, o las condiciones básicas de higiene. Piensen en los lugares inhóspitos donde la Iglesia llega, los que viven en zonas apartadas y en constante conflicto. Ellos dan su vida por el Evangelio y muy pocos lo valoran. Al llegar la vejez siguen en su ministerio, fieles a la llamada de Dios. Sacerdotes viejitos caminan aún por las calles dejando el buen olor de Cristo. A veces viven solos, sin nadie más en la casa parroquial. Y, ¿se quejan? ¡Jamás! Y aunque viven en malas condiciones siguen luchando por construir el Reino de Dios en la tierra.
Eclesiástico 2,1-4.6: “Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba; orienta bien tu corazón, mantente firme, y en tiempo de adversidad no te inquietes. únete a Él y no te aleje… acepta lo que te venga, y sé paciente en dolores y humillaciones… Confía en Él pues vendrá en tu ayuda.”
6° El sacerdote carga pasiones y el pecado propio y de muchos.
El sacerdote es humano y tiene imperfecciones y carga con ellas. Pero no es una carga agobiante, él tiene presente las palabras de Jesús: “mi yugo es suave y mi carga ligera”. Todos cargamos nuestra propia cruz, una cruz de infidelidades y pecados. Podemos encontrar a sacerdotes propensos a la soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula o pereza. Son conscientes de su debilidad y trabajan en ello. Pero Dios cuando llama da la gracia para vivir conforme a la vocación recibida de Él. El sacerdote es feliz en su vocación, pero esto no quita su fragilidad. Es el primero que confía en la efectividad del sacramento que Cristo imparte a través de él: la confesión. Se confiesa también, acude a otro sacerdote para confesarse y pedir la gracia y la reconciliación con el Padre. Así, el sacerdote predica y practica.
Romanos 6,22-23: “Ahora, en cambio, liberados del pecado y convertidos en siervos de Dios, tienen como fruto la plena consagración a Él y como resultado final la vida eterna. En efecto, el pago del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor”.
7° Su santidad se da en la marcha, es un esfuerzo y un combate.
Todos buscamos la santidad de vida, el sacerdote también. Para él la santidad es el camino que abre las puertas a la comunión con los demás. Si uno ve a un sacerdote santo, le dan ganas de ser santo. Es una cadena, un santo engendra a otro santo, porque el ejemplo arrastra. Aquella santidad sacerdotal está en marcha, es una lucha constante.
El combate espiritual es para todos, no en igual medida, pero para todos es una lucha. Es un combate que requiere esfuerzo personal; es darlo todo en la cancha. Si el sacerdote lucha y anima al Pueblo de Dios a luchar contra sus pasiones, contra el mal, es porque tiene claro las palabras del Salmo 50,19: “Dios quiere el sacrificio de un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, Tú Señor, no lo desprecias”.
Efesios 6,12-13: “Nuestra lucha no es contra adversarios de carne y hueso… sino contra los que dominan este mundo de tinieblas… Por eso deben empuñar las armas que Dios les ofrece, para que puedan resistir en los momentos adversos y superar todas las dificultades sin ceder terreno.”
8° El sacerdote viene de Dios, pero sacado de entre nosotros.
Antes de ser sacerdote era un hombre común y corriente, vivía, estudiaba y trabajaba con nosotros. Jugábamos con ellos, los conocimos de niños. Y un día Dios los llamó a dejarlo todo, a cargar su cruz y a seguirlo. El sacerdote tiene una historia de vida, tiene familia, sueños, sentimientos, etc. Sufre y se alegra. Dios le saca de entre nosotros y le invita a entregarse a Él y a los demás con amor universal. Extraña a su familia, sufre cuando ellos sufren; pero en todo esto sabe que ahí está el Señor, otorgándole día a día la fuerza necesaria para perseverar en el camino sacerdotal.
Hebreos 5,1-2: “Todo sacerdote, en efecto, es tomado de entre los hombres y puesto al servicio de Dios en favor de los hombres… Está en grado de ser comprensivo con los ignorantes y los extraviados, ya que él también está lleno de flaquezas…”
9° Cuando el sacerdote ora, oramos con él.
Los domingos en la “Oración Universal”, “el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres” (Ordenación General del Misal Romano 45). El carácter intercesor está muy arraigado en el corazón de la Iglesia y sobre todo en el corazón sacerdotal. Decimos con certeza, que cuando el sacerdote ora, todos oramos con él. ¡Cuántas misas a diario se celebran en el mundo!, y en todas ellas está presente la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. ¡Todos los bautizados formamos parte de este Cuerpo! Todos los sacerdotes a diario nos encomiendan en la Santa Misa, pidiendo por la conversión de los pecadores y la salvación del mundo.
1 Timoteo 2,14: “Te ruego ante todo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y todos los que tienen autoridad, para que podamos gozar de una vida tranquila y apacible, plenamente religiosa y digna. Esto es bueno y grato a los ojos de Dios… que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.”
10° El sacerdote no es ni un superhéroe ni un superhombre.
Pero nos trae todos los días a Jesús en la Eucaristía, ¡lo tiene en sus manos! Acerca a muchos al Evangelio y al camino verdadero, sale en busca de la oveja perdida y la trae de vuelta al rebaño, perdona los pecados en nombre de Dios, lleva luz donde hay oscuridad, ayuda a que la semilla de la fe crezca en nuestros corazones, nos guía, nos ama, nos corrige e instruye. El sacerdote no será un superhombre, pero es un auténtico hermano, un buen amigo, un gran padre y un fiel hijo de la Iglesia. Nunca olvidemos pedirle al Señor por todos los sacerdotes para que les ilumine el camino, les de perseverancia y un corazón sacerdotal auténtico, en fin, que les haga instrumentos de su amor y misericordia en medio del mundo de hoy.
Juan 15,16.19-20: “No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero… como no pertenecen al mundo, porque yo los elegí y los saqué de él, por eso el mundo los odia. Recuerden que dije: “Ningún siervo es superior a su señor.”
La Madre de Dios, se abrió enteramente al Espíritu Santo; se puso sin reservas a disposición de sus caminos, acompañó a su Hijo Jesús desde su concepción hasta la cruz y glorificación. Que María, a quien tanto amó y dio a conocer, muestre ahora al P. Othmar el fruto bendito de su seno y mantenga el ritmo de nuestra esperanza.
P. Othmar descansa en la paz del Señor, en la Eternidad celebra la Eucaristía por nosotros, por la humanidad que sufre y por la obra de Radio María, a la que tanto amaste. Así sea.
Padre Marco Bayas. Director Editorial de Radio María Ecuador.