Dios crea, ama, defiende y sirve a la vida

En nuestros tiempos la defensa de la vida se hace especialmente urgente, ya que nos encontramos ante una verdadera “conjura contra la vida” (Juan Pablo II)

¿Cómo defender la vida de todos? Invitando al ejercicio de la razón, rezando y sirviendo a la vida. La defensa de la vida es un principio ético que nace de modo natural en quien ejercita su propia razón. Es razonable defender la vida e irracional estar contra ella, es decir, el hombre racional debe respetar, defender, amar y servir a toda vida humana, mientras que quien actúa contra la razón atentará contra ella; la defensa de la vida es una llamada al ejercicio de la racionalidad humana, pero esto no es suficiente.

Los atentados contra la vida son consecuencia de un corazón que no palpita en las coordenadas del amor al otro, sino del amor a sí mismo por encima del bien ajeno. Se impone, por tanto, la conversión del corazón, y esto sólo es posible con la ayuda de Dios, sólo Él puede conceder un corazón que ame hasta el heroísmo la vida de los demás. Por eso, la defensa de la vida supone la oración constante y confiada a Dios que puede transfigurar todo corazón. La oración ante el Santísimo Sacramento es respuesta necesaria a esta llamada.

La defensa de la vida hay que transformarla en acciones concretas de servicio a la vida. Esto se hace, primeramente, en el seno de la familia, santuario de la vida. Pero no basta; frente a las estructuras de pecado es preciso construir estructuras donde la vida sea amada y servida. Iniciativas legislativas, centros de atención a la mujer embaraza, centros de cuidados paliativos, etc., son sólo ejemplos de lo que se debe hacer para instaurar una verdadera cultura de la vida.

1° “En la Palabra estaba y está la vida” (Juan 1,3)

Como discípulos misioneros manifestamos claramente: creemos en el Autor de la vida y queremos compartir con todos este don, su defensa, promoción y dignificación pues, “en la Palabra hecha carne estaba la vida y la vida era la luz de todo hombre que viene a este mundo” (Juan 1,3)

2° “He venido para que tengan vida en abundancia” (Juan 10,10)

El Señor vino a recobrar la vida que habíamos perdido por el pecado, pues, “el fruto del pecado es la muerte” (Rom 5,12) El don del Señor es la vida misma en su plenitud, en su integridad, es decir, la “vida como hijos de Dios” (Gál 3,26)

Jesús afirmó claramente: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10) Esa vida debe penetrar nuestra cultura, nuestra manera de pensar, de actuar y decidir; el aprecio por la vida es el distintivo de los cristianos que edifican una “cultura de la vida” frente a la “cultura de muerte” que parece prevalecer en las decisiones y acciones de muchos niveles de la sociedad, así:

  • Los atentados contra la vida de personas de toda clase, condición y edad por el crimen organizado, ante la impunidad y desprotección ciudadana.
  • La penosa muerte violenta de migrantes en búsqueda de mejores condiciones humanas de vida.
  • La propuesta constante del vicio, del creciente influjo del narcotráfico en todos los niveles de vida.
  • La previsible condición de pobreza y vida disminuida en su calidad como efecto de la pandemia.
  • La degradación del ambiente, empeorada por la sociedad de consumo.
  • Y para colmo, leyes que van contra la dignidad humana y contra la vida.

De modo especial, preocupa la distorsión del amor humano, de la sexualidad orientada por naturaleza a la colaboración con el don de la vida; poco a poco se induce de manera legal al crimen del aborto por métodos mal llamados “anticonceptivos”, se facilita en la juventud la actividad sexual lejos de la madurez del amor integral; todo ello bajo la falacia de “salud reproductiva, dignificación de la mujer, ejercicio de la libertad personal, cuidado ante la infección de enfermedades de transmisión sexual, etc.”

La fe cristiana Católica y algunos no católicos resistimos ante estas campañas antieducativas, vemos en ellas una grave confusión ligada a los beneficios inmediatos de quienes las promueven en los altos niveles de legislación y en las ganancias inmediatas que les dejan las organizaciones responsables.

Esto no constituye sólo un punto de vista negativo, pesimista, o contrario a la salud y Desarrollo; el cuidado por el don de la vida tiene muchas áreas de compromiso. Esta es una alarma realista: si nos conmueve un crimen, un asalto, un robo, pero somos indiferentes a las orientaciones mencionadas, estamos en peligro de perder de vista el valor de la vida humana y habituarnos al lamento de las víctimas y a la desilusión de alcanzar sólo un mejor nivel económico.

3° “Me enseñarás el camino de la vida” (Salmo 16,10)

Ante los signos de la “cultura de muerte”, la Iglesia propone sin cansancio el Evangelio de la Vida, que no sólo hay que predicar, sino encarnar en nuestra conducta y compromiso de discípulos misioneros de Cristo, Palabra de Vida que se encarnó para hacernos pasar de la oscuridad a la luz, de la enfermedad a la salud, de la pobreza a la riqueza, de la muerte a la vida (Juan 14,5-6; 1 Ped 2,9)

Debemos defender la vida desde su concepción hasta su fin natural, para hacer prevalecer la verdad sobre la salud reproductiva, la educación afectiva, el cuidado por la naturaleza y los verdaderos factores del desarrollo económico, con responsabilidad social.

Como llamado concreto a seguir el camino de defensa y respeto a la vida de todos y cada uno, invito a la reflexión personal y comunitaria, en estos criterios:

1. Exigir una mayor seguridad ciudadana y funcionamiento de la justicia.

2. Manifestar nuestra contrariedad y desacuerdo hacia las campañas falaces de salud y educación que afectan la concepción y existencia de los no nacidos.

3. Exigir que la actividad económica de un Estado de Derecho, esté lejos de las manipulaciones de cualquier grupo, a favor o en contra, por intereses ideológicos.

Los cristianos católicos, tenemos muchos medios a los que hoy, más que nunca, debemos recurrir para favorecer nuestra espiritualidad:

  • La frecuencia del Sacramento de la Confesión: como instrumento para “allanar” en el corazón los obstáculos del pecado que se oponen a la vida que trajo el Señor.
  • Una intensa escucha de la Palabra de Dios, que va marcando el tiempo y el ritmo de la vida de acuerdo a la voluntad del Señor.
  • Fortalecer las relaciones familiars, estamos en un tiempo de “encuentro, perdón, generosidad, alegría, vida…” Debemos evitar todo lo que pueda causar ausencia o daño a las relaciones familiares, hoy que se propone de todo, menos de tiempo para estar con los seres queridos y con Dios.
  • Una intensa vida de caridad: Jesús está con nosotros, en los que tienen hambre, en los empobrecidos por el desempleo, en las víctimas de la delincuencia, en los inocentes a los que se quiere asesinar y en las víctimas del vicio tan profusamente ofrecido hoy.

4° “Salió el sembrador a sembrar” (Mt 13,3)

Experimentamos la gracia que “Cristo Palabra es la Semilla y nosotros la Iglesia en el mundo, el campo de la siembra.”

Somos amados, llamados y enviados al mundo creado por Dios a proponer la verdad del Evangelio de la Vida y la vida misma, en la semilla de la Palabra, hasta alcanzar en el Misterio Eucarístico la plenitud de la vida prometida: “Yo soy el Pan de la Vida, quien come de este pan, aunque muera, vivirá” (Jn 6,49-50)

Asumamos el compromiso de fortalecer los Cenáculos Familiares al servicio de la vida, entendida más allá de la visión materialista del mundo, como un don de Dios y una tarea humana y, podremos vivir la hermosa experiencia de la Iglesia Universal: una en su fe, en su caridad, en su esperanza (Ef 4,1-6)

5° “Si alguno destruye el templo de Dios…” (1 Cor 3,17)

Nuestros Obispos nos han hecho un llamado pastoral urgente, a vigilar y a celebrar con fe y compromiso la vida naciente, contemplar el misterio de la Palabra hecha carne en las entrañas de María Santísima, y el don de la vida de los que aún no han nacido, pero sufren ya las acechanzas de los enemigos de la vida: egoísmo, materialismo, erotismo y comercio de la industria anticonceptiva. Muchos en el mundo, incluso no creyentes, defienden los derechos humanos y otros en nombre de esos mismos derechos, olvidan que también son humanos los que aun no han nacido. Y es que, en cada niño no nacido e indefenso, todos estamos naciendo, todos somos esperados y deseados.

6° “Bendita tú, porque has creído” (Lc 1,45)

Hoy, como nunca, el don de la vida humana necesita del verdadero uso de la razón, del auténtico humanismo, de la visión de fe, y no de meras aproximaciones técnico-científicas parciales, o de cálculos economicistas o intereses comerciales.

Hoy, como nunca, la defensa de la vida naciente requiere de la actitud de fe de aquella que fue felicitada por Isabel por creer en el Evangelio de la Vida. La Virgen María, en su advocación de la Inmaculada Concepción está presente con nosotros como lo enseña la Palabra de Dios: “Todos ellos perseveraban en oración, con un mismo espíritu… con María, la madre de Jesús.” (Hech 1,14)

En su compañía y bajo su maternal auxilio, imploramos en actitud de oración, conversión y compromiso para con la vida humana golpeada por la violencia, la deformación del pecado y los atentados contra los no nacidos, incluso con la fuerza legal, pero muy contraria al Proyecto del Dios de la vida.

Oramos con María y, con Ella, amamos a todas y cada una de las familias, de nuestros hermanos más necesitados, pues como dice la Sagrada Escritura: “Si amamos, entonces hemos pasado de la muerte a la vida” (1 Jn 3,14)

Con la ayuda de Dios, todo es posible. Hoy más que nunca debemos estar alerta, porque el mismo Jesús nos advierte en Juan 10,10: “El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”

Padre Marco Bayas, Director Editorial de Radio María Ecuador

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