Audiencia General Papa Leon XIV del 17 de septiembre 2025

El Papa León nos enseña que el Sábado Santo es presentado como un día de silencio, de espera y de misterio. Jesús yace en el sepulcro, pero su ausencia no significa vacío, sino plenitud contenida y promesa de vida nueva. Se trata de un silencio lleno de sentido, comparable al vientre de una madre que custodia a un hijo aún no nacido, pero ya vivo. Este momento se convierte en la expresión más profunda de la fe cristiana: en la quietud y en el aparente final se está gestando la resurrección.

El cuerpo de Jesús fue bajado de la cruz con cuidado y sepultado en un jardín, en una tumba nueva nunca antes usada. Este detalle es muy significativo: el jardín evoca el Edén, símbolo de la unión original entre Dios y el hombre, mientras que la tumba nueva señala que no se trata de un final, sino de un comienzo. Así, la nueva creación, al igual que la primera, surge en un jardín. Lo que a los ojos humanos parece cierre es en realidad un umbral hacia la vida que vence a la muerte.

El descanso de Jesús en el sepulcro se vincula también con el sentido del séptimo día en la tradición judía. Según la Escritura, Dios descansó después de la creación, y ahora Jesús, tras culminar la obra de la salvación, también reposa. No lo hace por cansancio ni por rendición, sino porque ha cumplido lo que debía cumplirse. Este descanso es el sello de su misión, la confirmación de que el amor ha sido entregado hasta el extremo y que la obra está consumada. Es un descanso lleno de la presencia oculta de Dios, que invita a los creyentes a confiar y a detenerse.

Los seres humanos, sin embargo, encontramos dificultad para detenernos. Vivimos apresurados, corriendo de una tarea a otra, produciendo y compitiendo, como si la vida nunca fuera suficiente. El Sábado Santo nos enseña que detenerse también es un acto de confianza. La vida no depende únicamente de lo que hacemos, sino también de nuestra capacidad de reposar en Dios, de acoger el silencio y de reconocer nuestros límites. Cada pausa y cada silencio pueden convertirse en ocasión de gracia si los ofrecemos con humildad al Señor.

En el sepulcro, la Palabra de Dios calla, pero en ese silencio comienza a gestarse la vida nueva. Es como la semilla enterrada en la tierra que germina en lo oculto, o como la oscuridad que precede al amanecer. Dios actúa en lo profundo, en el tiempo lento de la confianza, y no en la prisa de nuestras urgencias. Incluso los momentos vacíos o aparentemente estériles de nuestra existencia pueden transformarse en vientres de resurrección, en oportunidades para que brote lo nuevo.

Jesús sepultado revela el rostro de un Dios humilde y paciente, que no invade todo el espacio, sino que espera y confía. Es el Dios que respeta la libertad del ser humano y que, incluso cuando todo parece perdido, prepara la sorpresa de la resurrección. De este modo, el Sábado Santo enseña que no debemos apresurarnos a resurgir ni a encontrar soluciones rápidas, sino aprender a descansar, aceptar los límites y dejar que Dios actúe en lo profundo de la vida.

La Virgen María se convierte en modelo en este tiempo de espera. Ella encarna la confianza y la esperanza paciente en medio de la incertidumbre. Con su ejemplo nos muestra que la esperanza cristiana no nace del ruido ni de la euforia, sino del silencio habitado por el amor y la confianza en Dios. Ella nos enseña a vivir el Sábado Santo como un tiempo de contemplación fecunda, donde el silencio no es ausencia, sino promesa.

El mensaje final de esta catequesis recuerda que, incluso en el sepulcro, el Señor prepara una sorpresa más grande: la resurrección y la vida eterna. La verdadera alegría nace de la fe paciente y de la esperanza firme en que todo lo vivido en el amor resurgirá transformado. Por eso, se invita a descubrir en los silencios, en las pausas y en lo pequeño de la vida, la fidelidad de Dios que hace nuevas todas las cosas. La enseñanza concluye con un saludo especial a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los que llegaron de España, México, Perú y de toda América Latina, e invita a pedir la intercesión de la Virgen María para aprender a vivir el silencio y la contemplación del Sábado Santo con confianza. La catequesis cierra con gratitud, esperanza y la bendición de Dios para todos.

  

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